De cara al Día Internacional de la Juventud 2022, Simón Loncopán, integrante del Observatorio Ciudadano de Chile y becario del Programa de jóvenes líderes 2021-2022 de la ILC, repasa el rol de las juventudes en su comunidad y los aprendizajes logrados en su paso por este programa y por el Foro Global de la Tierra de Juventudes 2022 (GLFY).
Un recambio generacional para continuar la lucha
Nací en el territorio de Curarrehue (Kurarewe, en grafemario mapuche), en medio de las montañas de la región de La Araucanía, al sur de Chile. Allí cohabitan más de 40 comunidades mapuche, entre ellas, la mía: Camilo Coñuequir Lloftunekul del Lof Txankura, conformada por 60 familias. Me crié junto a mis abuelos, y me formé como persona y como mapuche dentro del territorio. Mi familia siempre ha estado en la dirigencia territorial, siendo parte de los distintos procesos de resistencia frente a proyectos de inversión extractivistas en nuestra comunidad.
Hace aproximadamente diez años llegaron las empresas extractivas de minería e hidroelectricidad a nuestro territorio. Desde aquel entonces, muchas y muchos jóvenes de las comunidades dimos un paso adelante para hacer resistencia frente al extractivismo empresarial, impulsando el traspaso generacional de responsabilidades y liderazgos al interior de las comunidades. El compromiso y fuerza que las juventudes mapuche hemos tenido en el territorio ha permitido que las y los mayores confíen y deleguen liderazgos, comprendiendo lo cíclica que es la vida. Además, las capacidades y herramientas técnicas que hemos ido adquiriendo las y los jóvenes nos han servido para que las lideresas y líderes de más experiencia reconozcan en nosotros una fortaleza para hacer frente a las amenazas, y generar proyectos de vida y gobernanza al interior de las comunidades.
Logré estudiar en la universidad y formarme como geógrafo, con el anhelo de poder contribuir a la solución de los conflictos territoriales en mi región. Desde ahí, durante años, he trabajado con distintas comunidades mapuches, con especial foco en la defensa, gobernanza y conservación del territorio.
Todas esas experiencias me llevaron a participar en la beca de jóvenes líderes que la ILC impulsa, donde logré adquirir herramientas organizacionales, digitales y materiales. Con ellas puedo aportar de manera más asertiva a la resistencia que hoy sostienen nuestras comunidades en los distintos procesos de defensa y gobernanza territorial.
Conoce a las y los becarios
Enriquecer el trabajo gracias a la mirada colectiva
El espacio que me brindó el programa de becas sin lugar a dudas me permitió aprender nuevas estrategias de liderazgo y de trabajo organizativo, para implementarlas en los diversos territorios con los cuales trabajo. Además, el intercambio de experiencias con las y los otros becarios fue un aporte significativo para poder comprender qué se entiende por gobernanza en otros pueblos y países, y conocer otras perspectivas metodológicas para asegurar el acceso a la tierra de las comunidades indígenas, campesinas y locales. Ser becario fortaleció mis capacidades como dirigente territorial y como profesional, y me permitió acercarme al panorama regional y global de la lucha por el acceso a la tierra y el territorio.
Gracias a un financiamiento brindado como parte de la beca, impulsé un plan de acción para desarrollar y mejorar la metodología de mapeo territorial que diseñé en mi tesis de pregrado. Esto me abrió la posibilidad de aplicar la metodología con una comunidad específica, la Manuel Quintonahuel, y de iniciar el debate sobre cómo lograr una gobernanza efectiva en territorios rurales en todo el mundo. Esto, contemplando la conservación ambiental con perspectiva indígena y logrando formular proyectos y hojas de ruta para la puesta en marcha de la gobernanza con más comunidades.
La conformación de una red global de jóvenes impulsada desde la ILC es muy relevante, ya que hace posible establecer contactos con otros territorios y sus propuestas para el ejercicio pleno del derecho sobre la tierra y el territorio. Poder conocer experiencias de liderazgos y proyectos de otras organizaciones es un aporte sustancial. Nos brinda una visión global en cuanto a temáticas de gobernanza territorial, y permite abrir el debate al interior de nuestras comunidades acerca de qué camino queremos construir a futuro, posicionándonos desde la comunidad hacia lo global. Esto se refleja aún más involucrando y empoderando a las y los jóvenes en la planificación del territorio con una perspectiva local y además, en la construcción y ejecución de planes de vida, con un contenido cultural, social, político y ambiental.
Juventudes con voz propia
El principal reto que hoy tenemos como jóvenes es, sin duda, el cambio climático. La crisis climática ha afectado de manera sustancial los sistemas de vida al interior de los distintos territorios rurales en el mundo. La desertificación, escasez hídrica y migración ambiental son algunos de los problemas más graves con los que tenemos que lidiar. Como red, nuestro rol es trabajar no solo en la mitigación, sino también en la adaptación que hoy deben impulsar muchas comunidades. Uno de los caminos que debemos seguir es la restauración de ecosistemas y la conservación ambiental con una perspectiva indígena.
Durante generaciones las comunidades indígenas y locales hemos visto una suerte de paternalismo institucional en cuanto a la ayuda y a la búsqueda de soluciones a los problemas globales y su impacto al interior de nuestros territorios. Muchas veces nuestros líderes y lideresas han sido invisibilizadas por autoridades ajenas a nuestras comunidades, imponiendo sus propias hojas de ruta y desafíos.
Hoy, las juventudes debemos romper con esos patrones, y reforzar el empoderamiento de las nuevas generaciones, comprometiéndonos con la defensa y protección de los derechos territoriales de nuestras comunidades. Esto pasa por convertir a nuestras organizaciones en entes propositivos en la búsqueda de soluciones a problemas concretos, comenzando a ser parte de este cambio de paradigma con un enfoque en la protección del medioambiente.